En el estudio del Tarot, en particular, y del esoterismo en general, nos encontramos con personajes interesantes, de los que no se sabe gran cosa. Algunos son curiosos, otros incluso inquietantes, pero sobre todo son fascinantes.
Desde esta revista queremos difundir el conocimiento sobre algunos de estos personajes, así que iremos publicando algunas de sus biografías.
El primero en esta serie de artículos es Robert Fludd, médico seguidor de Paracelso famoso por sus numerosos libros de hermética y por diagnosticar a sus pacientes a través del Tarot, concretamente mediante una variación particular de la tirada astrológica.
Este personaje, que se hacía llamar Robertus de Fluctibus, vivió en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII, concretamente, de 1574 a 1637, en pleno Renacimiento.
Hijo de una familia bien situada (su padre, Sir Thomas Fludd, era un funcionario de alto rango y tesorero de guerra para la armada de Isabel I), Robert Fludd estudió medicina en Oxford, tras lo cual decidió realizar un viaje por Europa para profundizar en sus conocimientos. Entre 1598 y 1604 Fludd recorrió España, Francia, Italia y Alemania, estudiando medicina y química, pero también entró en contacto con la filosofía ocultista y la alquimia. Se cree que fue en Alemania donde entró en contacto con el movimiento de la Rosacruz, al que unos afirman que no llegó a unirse, mientras que otros defienden que sí se unió a la Rosacruz inglesa. Lo que sí es cierto es que escribió algunos textos en su defensa, entre ellos el “Tractatus Apolegeticus integritatem Societatis de Rosea Cruce defendens“.
A su regreso a Inglaterra, recibió su doctorado en Oxford en 1605, y es considerado un gran humanista. Como médico, defendia los postulados de Paracelso (padre de la homeopatía y la cirugía moderna y que también utilizaba la astrología para diagnosticar) inventó el barómetro y fue el primero en describir la circulación sanguínea. Inventó también una máquina de funcionamiento contínuo, que funcionaba con agua.
Fludd se hizo famoso en su época por practicar, a la par que la medicina convencional, la sanación a distancia mediante el “ungüento de simpatía” (un sistema descrito anteriormente por Paracelso) y el magnetismo para tratar diversas enfermedades, así como por valerse de la astrología y el Tarot para diagnosticar a sus pacientes. Ello le valió las críticas de muchos de sus contemporáneos.
Desde 1616 comenzó a redactar su fructífera obra, que desarrollaría hasta su muerte en 1637, con tratados sobre medicina, filosofía, alquimia, astrología, ocultismo e incluso música, donde desarrollaría sus teorías sobre el microcosmos y el macrocosmos, y cómo la esencia espiritual del hombre (el alma, unida a Dios o macrocosmos) se distingue del cuerpo físico (que conforma el microcosmos), pero cohabita e interactúa con él en el ser humano.
Para éste fascinante médico – astrólogo, la fuerza vital, base de todas las funciones vitales, es una fuerza etérea y unida al alma, que constituye a la vez la conciencia y el espíritu animal en nosotros. Su tratado “Utriusque Cosmi, Maioris scilicet et Minoris, metaphysica, physica, atque technica Historia (La historia metafísica, física y técnica de los dos mundos, a saber el mayor y el menor)”, que consta de varios tomos, publicados en Alemania entre 1617 y 1621, resume su filosofia.
Sus magníficos grabados, enormemente detallados, son utilizados aún hoy en el mundo del ocultismo.
Hombre de pensamiento influyente en su época, siempre abierto a discutir y compartir sus ideas y conocimientos, mantuvo un célebre intercambio de opiniones con Johannes Kepler, discutiendo por carta sus respectivas teorías relativas a los enfoques científico y hermético del conocimiento.